lunes, 4 de agosto de 2014

Tras haber estado tanto tiempo sin pareja, me doy cuenta de que en realidad ya no sé nada del amor, que lo poco que sabía se me ha olvidado por completo. Fueron varias las ocasiones en las que creí que estaba a punto de hacerlo sentir y de sentirlo, pero todas esas veces resultaron  ser simulacros, esos “amores” eran tan fugaces como cualquier verano esperado, se fueron por donde vinieron, y hasta me atrevería a decir que muchos huyeron por la salida de “emergencia, corazón de chica palpita demasiado rápido”. Pero nadie tiene la culpa, ¿no? ¿Quién diablos iba a saber que yo llevaba bastante tiempo rota en pedazos y que estaba a la espera de que alguien los juntara? Nadie. Ni yo misma. Ni yo misma sabía que estaba esperando lo inesperado, pero me di cuenta, me di cuenta con aquél último chico, sí, ese de allí, el que ahora mismo mi mente está mirando, llegué para romperle todos los esquemas de su vida y hacerle volver loco y él llegó para hacerme perder la cabeza y romperme el corazón. No lo culpo por quererle, ¿o sí debería? Es que creo que él es lo más parecido al amor; porque el amor es que te sonrían con las manos, que te besen con la mirada, que te abracen mientras te piden a gritos que se mueren de ganas de ti, y, que por muy raro que parezca, una simple flor seca bien guardada refleja lo fugaces que son los “amores” y lo inconscientes que somos nosotros mismos cuando estamos enamorados.

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